El denominador común de estos dos fenómenos es la imposibilidad de prohibirlos. El mundo está condenado a sufrir las consecuencias de estos comportamientos sociales. Ambas conductas necesitan reglamentación para racionalizar sus consecuencias. Es difícil atender la tarea. La prostitución es un contrato entre dos personas mayores de edad para prestar un servicio a cambio de una suma de dinero. Una compraventa. Prohibirlo es obligar a los infractores a la ilegalidad y a la clandestinidad poniendo en riesgo a la salud pública. Además, es probable que el individuo que vende su cuerpo por unos minutos, por una noche o por una permanencia, lo haga por la situación de pobreza sin encontrar una opción diferente.
